“No tengo nada, absolutamente nada”, dice Carmen Manchego, una ama de casa de 53 años que vio como su casa era arrasada por un deslave en Pampaylima, un poblado minero en la región peruana de Arequipa convertido en un paisaje de piedras y escombros.
Las intensas lluvias del pasado fin de semana hicieron colapsar la quebrada San Martín, en el arequipeño distrito de Mariano Valcárcel, lo que provocó que toneladas de lodo y piedras arrasaran, además de Pampaylima, las localidades de San Martín, Posco, Miski, y Urasquia, dejando 18 muertos y una veintena de desaparecidos.
“Mi vivienda es acá”, explica a la AFP Manchego, una de las 4.320 afectadas por la tragedia, mientras señala el lugar donde estaba su hogar. “Todo, todo, todo se lo ha llevado el agua, lo ha enterrado todo”
Sacos de oro a cuestas
Algunos lugareños de Pampaylima se esfuerzan en recoger sus enseres personales que soportaron la catástrofe entre los restos de casas prefabricadas desperdigadas por doquier y edificaciones de dos plantas con los niveles más bajos sepultados bajo el lodo y las piedras.
“Mi vivienda, todo, está tapado. A ver si podemos recuperar algo, lo que teníamos ahí de valor, maquinarias, más que nada”, dice Eleuterio Condeña, de 55 años, que, como la mayoría de sus vecinos, se dedica a la minería artesanal para la extracción de oro en estas montañas situadas a 800 km al sur de Lima.
Las pérdidas económicas y la paralización de la actividad productiva ya dejan huella.
Muchas de los habitantes de Pampaylima son población flotante que proviene de regiones vecinas como Ica o Ayacucho. Aseguran que no pueden dejar de trabajar porque sus familias necesitan el dinero.
Algunos se buscan la vida en las minas de San Martín y Arapa, desde donde transportan a pie sacos de 50 kilos el material que extraen para que se procese en Secocha, ya que un tramo de la ruta que une estas poblaciones es uno de los 5,6 kilómetros de carretera afectados por el lodo y las piedras.
En Secocha el oro se vende a unos 31 dólares el gramo, con un promedio diario de ganancias entre 30 a 38 dólares para cada minero.
Refugio en carpas
Según cálculos oficiales, el deslave ha dañado el 40% de la red eléctrica del distrito de Valcárcel y más de 500 casas fueron destruidas o quedaron inhabitables, además un millar sufrieron afectaciones.
“Estamos durmiendo en las carpas que ha traído Defensa Civil. Y estamos comiendo en el comedor, donde también están llegando las ayudas”, explica Manchego.
Quienes perdieron sus casas por completo están pasando las noches en las carpas de emergencia dispuestas por las autoridades.
Pero quienes no consiguen espacio allí suben a los cerros a dormir a la intemperie.
“Quisiéramos que nos puedan reubicar luego de que termine todo esto”, pide Nelly Huillca, minera artesanal de 35 años.
LDAV
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