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Lula y el nuevo ciclo

Ya ha tomado posesión como nuevo presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, y las primeras medidas lanzadas por su gobierno de coalición apuntan a una clara discontinuidad con el extremismo bolsonarista. En sus primeros decretos, Lula está dando prioridad al medio ambiente, el rescate de la zona amazónica, los derechos de las mujeres, el aumento de ingresos para sectores desfavorecidos, las demandas de comunidades afrodescendientes y pueblos originarios y la generación de empleo para los jóvenes.

La ofensiva pone un freno al bolsonarismo, pero también refleja con claridad el peso del voto joven, femenino, negro e indígena a favor del líder histórico del PT. Mucho se ha comentado la presencia, en la nueva coalición electoral de izquierda, de corrientes centristas o moderadas como la socialdemocracia. Valdría la pena retener, asimismo, el aporte de otras formaciones y liderazgos de izquierda como los de Guilherme Boulos, Juliano Medeiros y el Partido Socialismo y Libertad, o de los trotskistas del Partido Socialista de los Trabajadores Unificado (PSTU) y el Polo Socialista Revolucionario (PSR).

Las mayores resistencias a la nueva alianza electoral lulista tal vez no se encuentren en las viejas izquierdas comunistas y trotskistas –si bien sigue habiendo pequeños círculos ortodoxos que desde sus dos primeros gobiernos acusan a Lula de ser un peón de la “democracia burguesa” – sino en los propios movimientos sociales capturados por el chavismo y el neopopulismo durante el primer ciclo progresista latinoamericano.

El llamado Partido Socialista por la Igualdad (PSI), con apoyo de sectores tradicionales del comunismo regional, que ni siquiera cuentan con el respaldo del viejo PCdoB, ha objetado reiteradamente la nueva alianza de izquierda que respalda a Lula y, en especial, a la nueva generación de Socialismo y Libertad. La presencia de una líder feminista e indigenista como Sonia Guajajara, en sus filas, quien se hará cargo del Ministerio de Pueblos Indígenas de Brasil, irrita especialmente a esa izquierda ortodoxa que nunca ha acabado de asimilar el paradigma multicultural.

El programa y el gabinete que llevan a Lula al poder se apartan del extractivismo y el autoritarismo característicos de la izquierda chavista y castrista. En contra de esa evidencia se movilizarán pronto los operadores del unanimismo simulado de la izquierda latinoamericana, incluyendo al propio Lula, cuyo gusto por la proyección de armonía diplomática, en medio de sus conflictos con Hugo Chávez o Fidel Castro, fue notorio.

Un objetivo básico del flanco autoritario de la izquierda latinoamericana, personificado por los gobiernos de Venezuela, Nicaragua y Cuba, pero con presencia en las bases de muchas organizaciones del continente, es el ocultamiento de las diferencias entre el primer ciclo progresista y el actual. Ya comienza a plasmarse ese propósito en redes mediáticas e ideológicas del eje bolivariano.

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